Testimonio de Joan MARTORELL

Pasé la frontera el 14 de febrero de 1939 por la zona oeste de La Vajol. Anduve después por Ceret, Le Boulou, hasta los campos de Saint-Cyprien, Adge, Barcarès y Argelès: total once meses internado en los campos del Mediodía de Francia.

El grueso de las fuerzas del XII Cuerpo de Ejército llego antes que nosotros a la frontera, porque el Estado Mayor me designó, al mando de un grupo de zapadores, para operar en la retaguardia con la misión de destruir los depósitos de material de guerra abandonados en nuestro repliegue.

Volamos los depósitos que encontramos en casas aisladas pero — desobedeciendo las ordenes, por ser caso de conciencia — dejamos intactos los instalados en los pueblos para no causar danos a la población.

Dos anos mas tarde, en Le Boulou, me encontré con el alcalde de Vilabertran, uno de los pueblos que dejamos intacto: me reconoció y me abrazó con lagrimas en los ojos, recordando nuestro gesto.

Al llegar al campo de Saint-Cyprien, el 15 de febrero de 1939, tenía cumplidos 19 anos. En Barcelona — donde nací — quedaron, mi padre — ciego — y mi madre, en precarias condiciones, resueltas, en parte, por la generosidad de la familia.

Mi esposa, Françoise, es francesa. Tenemos dos hijos.

Enero de 1940, Barcarès :

En este campo, previo examen médico militar, me declararon apto. Nos leyeron un documento en el que se nos reconocía el derecho de asilo, lo que implicaba nuestra dependencia del Ministerio de Defensa francés durante el tiempo de guerra, y lo firmamos individualmente cada uno de nosotros.

Nos alistaron en dos Compañías de Trabajadores, la 208 y 209. En total éramos 500. En cada compañías había 250 hombres, encuadrados por franceses. En realidad formamos dos compañías puramente militares. Nos vistieron de soldados con unas capas azul celeste, como las de la caballería francesa de antaño, y nos mandaron al departamento del Yonne. Al llegar a la estación de Saint-Florentin, fuimos recibidos por un coronel del Ejército francés, pariente del general Gamelin, según me dijeron; nos hizo un discurso diciendo que ahora tendríamos ocasión de continuar nuestra lucha contra el enemigo.

La Guerra Mundial había comenzado ya en septiembre de 1939.

En realidad, se nos trato con rigor militar pero con respeto.

Es decir, dejaban la organización interna a los españoles, pero encuadrados siempre por mandos franceses. Nuestra compañías la mandaba un teniente que venía de los Spahis. Nos pusieron a trabajar en una importante fábrica de material de guerra, de las mas modernas y todavía no terminada. Allí cargábamos obuses, balas y cartuchos para toda clase de armas, pesadas y ligeras. En aquel arsenal ultramoderno también trabajaban centenares de vietnamitas y otros tantos franceses.

Nosotros seguíamos organizados como lo habíamos estado en el Ejército de la República.
Como antiguo alumno de las escuelas francesas, en Barcelona, conocía un poco de francés; esto me facilité, a veces, gozar de una situación de privilegio relativo. Casi siempre empleado en las oficinas de las Compañías o Grupos de Trabajadores.

Seguimos allí hasta el desastre del mes de junio de 1940.

Justo antes de la llegada de los alemanes, dijimos a los militares franceses que si iban a dejar la fábrica tal cual, o bien si, por el contrario, aceptaban que fuese destruida. Pero bajo pretexto de no haber recibido órdenes, nadie quiso tomar la iniciativa y la abandonamos intacta.

Empezó la retirada y fuimos a parar a Auxerre. Después del bombardeo de la estación, se anunció que los alemanes estaban muy cerca, camino de Avallon.

Después de reflexionar sobre la situación, alertamos a los españoles. Les dijimos: «Esto se acabo. No podemos seguir obedeciendo órdenes de los franceses. Tenemos que escapar por nuestra cuenta para no caer prisioneros. Dicen que los alemanes están a unos treinta kilómetros... pronto los tendremos encima».

La desmoralización cundía entre nosotros, salvo en un pequeño grupo de siete u ocho que decidió, costara lo que costara, ponerse fuera del peligro de caer en manos de los alemanes. Conseguimos unas bicicletas y... camino del Sur, a pedalear se ha dicho! Yo, para borrar todo rastro, abandoné, resignado, mi viejo abrigo que todavía conservaba de la 27 División.

En el momento del armisticio, los españoles fueron seleccionados en los campos de prisioneros del Ejército francés (Stalags) y considerados no como prisioneros de guerra sino como irregulares. Consultado el Gobierno de Madrid por las autoridades alemanas, parece que la respuesta fue que los republicanos españoles exiliados no eran españoles.

De nuestro grupo, solo cinco llegamos a Toulouse.

Años mas tarde, en Dachau, encontré compañeros de aquellas compañías que fueron hechos prisioneros en el Yonne.

Entonces, llegaste a Toulouse en bicicleta?

Primero fuimos a Burdeos para intentar embarcar hacia Inglaterra o el norte de África. Pero ya cerca de Burdeos supimos que los alemanes llegarían antes que nosotros.

Mientras atravesábamos el Morvan, en el café de un pueblo oímos por radio el anuncio del mariscal Pétain, según el cual Francia sería dividida en dos zonas. Por consiguiente, sabíamos ya que habría una zona sin alemanes.

Como que toda la costa Atlántida iba cayendo en manos de los invasores, entonces, cerca de Burdeos, cambiamos de rumbo y nos fuimos a Toulouse. En Toulouse fui detenido por los gendarmes y me internaron en el campo de Recebedou, que estaba cerca de la fábrica de pólvora; allí pasamos unos días, hasta que nos metieron en el tren y nos mandaron al famoso campo de Argelès, donde había mucha gente de las Brigadas Internacionales.

Allí esperamos que nos sacasen a trabajar. Llego ese día y a mi me destinaron a la oficina de un Grupo de Trabajadores que cortaban leña cerca de la línea fronteriza. Cuando la tramontana soplaba fuerte, dábamos un rodeó por territorio español, para llegar al tajo.

Al cabo de unos días apareció un conocido mío, SOLER, y su hermano (aviador) encargados de instalar una enfermería.

El Chispa (manchego) y yo organizamos las primeras incursiones en territorio español, apoyados por un muchacho catalán de Sant-Genis-de-Fontaine y un obrero refugiado, español como nosotros.

A causa de unas inundaciones que hubo en la región, nuestro Grupo de Trabajadores fue destacado para reparar los daños. Esto facilité mis contactes entre la montaña y el llano.

Entonces, y dentro de nuestras posibilidades, organizamos una especie de intercambio: en Le Perthus, por un kilo de pan comprado en Francia, nos daban cuatro latas de sardinas, y por una lata de sardinas, nos daban en Francia cuatro kilos de pan. Esto nos permitió ayudar mucho a nuestros amigos de las Brigadas Internacionales, quienes después fueron entregados por el mariscal Pétain a los nazis; mas tarde los encontramos de nuevo en los campos alemanes de Dachau y Buchenwald.

Pero, aparté de esto, estaba en alerta la organización de aquella zona, pues los alemanes habían empezado ya a reclutar gente para trabajar en el muro del Atlántico.

Las condiciones en las Compañías de Trabajo francesas eran precarias y muchos españoles prefirieron irse a trabajar con los alemanes, mientras que otros fueron llevados por la fuerza. Nosotros hicimos lo imposible para que la gente no fuese a trabajar con ellos, nos parecía una traición. Esto funcionaba así: los alemanes pedían a los franceses cierto contingente de trabajadores y éstos consideraban mas cómodo coger a gente de los campos que a sus propios compatriotas.

Entonces, y con el fin de evitar vernos forzados a ir a trabajar en el muro del Atlántico, creamos la primera organización de resistencia contra esta situación.

A un grupo de españoles, que podríamos considerar como los primeros deportados de la Resistencia y que trabajaban en los grupos de ayuda a los miembros de las Brigadas Internacionales del campo de Argelès, los condenaron a unos campos de concentración poco conocidos de las islas anglo-normandas Jersey y Guernesey. De estos compañeros muy pocos se salvaron.

Como que en los Pirineos Orientales algunos de nosotros estábamos ya muy quemados, se tomó la decisión de enviarme al Macizo Central. En el mes de noviembre del ano 41 llegué a Saint-Flour y de allí me mandaron a Mauriac, donde pude entrar en las oficinas de un Grupo de Trabajadores Extranjeros que controlaba prácticamente a todos los españoles encuadrados en las compañías de tipo privado: obras públicas, en las minas o en los pantanos.

Esto me dio cierta libertad de movimiento y pude ponerme en contacto con otros españoles, entre ellos Ventura MARQUEZ y Antonio RODRIGUEZ (que fue comandante del batallón de ametralladoras de El Campesino); Pedro RADA, aviador, y muchos otros con los que organizamos el primer grupo de guerrilleros españoles de aquella zona, hasta que me detuvieron en el 43.

Pero ellos pudieron continuar sus actividades hasta la liberación. Ventura MARQUEZ, RADA y otro compañeros, pasaron a España por Navarra y los detuvieron en Pamplona.

En que ano sucedió esto?

Esto era ya en el ano 44.

A mi me detuvieron los franceses en Mauriac, en el 43, y no conocí a los alemanes hasta mas tarde.

De que te acusaron?

Estuve seis días en manos de la policía y cuando vieron que ya no me sacarían nada mas, me llevaron a la cárcel de Aurillac, v de allí a Riom, donde fui juzgado por un tribunal especial. En la cárcel seguía preso el que fue ministre de Educación Nacional en el gobierno Blum, Jean Zay, asesinado por la milicia unos meses mas tarde.

Como no pudieron acusarme de nada importante, me condenaron como agente de la Tercera Internacional, de acuerdo con la ley Daladier del ano 39, a dos años de prisión en la cárcel de Riom. Esta ley imponía penas de uno a cinco años de prisión.

El día antes del juicio, la Resistencia mato a uno de los miembros del Tribunal Especial y los jueces debieron de atemorizarse pues solo nos condenaron, a mi y a un grupo de franceses que había asaltado un depósito militar, a penas benignas.

De buena me libre, porque yo estaba en la dirección de la organización militar, con Puig PIDEMUNT y GUILLEN.

Al pobre Puig PIDEMUNT lo fusilaron en España, y a Ventura MARQUEZ en Pamplona, tras un largo calvario, después de haber sido hecho prisionero, con Pedro RADA y otros, en el otoño de 1944.

Y después de la cárcel, qué pasó?

A los presos de las cárceles francesas considerados peligrosos nos llevaron a la central de EYSSES, en el Lot-et-Garonne. La organización de resistencia dentro de la cárcel era francesa. Los reclusos franceses eran 1.200 y los españoles solo 70.

En EYSSES hubo una sublevación en cuya organización participaron también los españoles. El objetivo consistía en llevar a cabo una acción conjunta con el maquis exterior y unirnos después a ellos, Pero tuvimos que adelantar la acción sin poder esperar la ayuda exterior, pues destituyeron al director y nos iban a mandar a un tal Schivo como sustituto para hacer fracasar la sublevación que ellos barruntaban.

Con el fin de evitar males mayores, el 19 de febrero, aprovechamos una visita de este, lo cogimos como rehén y desencadenamos la sublevación con el pequeño material que habíamos podido introducir en la prisión gracias a la complicidad de algún que otro guardián.

Pero a pesar de siete horas de levantamiento no conseguimos adueñarnos de la situación. Cerraron la puerta principal de la prisión, vinieron los alemanes y la milicia, y la insurrección quedó sofocada,

Se formó un tribunal y fusilaron a doce presos, entre ellos dos españoles : Beltràn SERVETO y Jaime SEROT.

Después de esta derrota nos deportaron a Alemania. Nos hicieron prisioneros las SS de la División Das Reich.

El día del traslado (30 de mayo de 1944) a una parte de los detenidos los hicieron subir en camiones hasta la estación, que estaba a unos siete kilómetros de distancia. Al resto — unos ochenta — nos condujeron a pie; hicimos el recorrido a culatazo limpio. A Angel HUERGA que no podía seguir al convoy lo mataron en el camino. Emprendimos la marcha a través de un bosque en el que por un instante creí que nos fusilaban. Pero no fue así. Uf!

Nos llevaron andando, por la sencilla razón de que no tenían mas camiones.

Las dos expediciones nos encontramos en la estación de Penne d'Agenais y nos metieron a todos juntos en un tren para Alemania. De la estación de Penne a Compiègne estuvimos cinco largos días en las duras condiciones que narra Jorge SEMPRUN en un magistral libro.

120 detenidos en cada vagón de mercancías sin agua, sin comer y casi sin aire.

Llegamos a Compiègne y al cabo de unos días, nos metieron en vagones de 120 personas y...para Alemania!

Durante el trayecto intentamos escapar, pero los alemanes aterrorizaron a la gente diciendo que por cada uno que escapase fusilarían a cinco.

Cuando parábamos por lo que fuese, los alemanes instalaban las ametralladoras y no hubo mas remedio que seguir así hasta DACHAU.

Cuando llegamos allí (21 de junio de 1944), los alemanes anti-nazis y austríacos de las Brigadas Internacionales ya habían sido avisados de que en aquel convoy francés había también españoles.

Una vez tomada nuestra filiación y tras haber pasado por las duchas y la desinfección, estas organizaciones entraron en contacte con nosotros. Así fue como volví a ver a ORTIZ, un compañero de las Compañías de Trabajadores del Yonne que los alemanes habían hecho prisionero durante la retirada y a quien habían trasladado de MAUTHAUSEN a DACHAU.

Con él y otros pudimos empezar enseguida la organización dentro del campo y estructuramos la resistencia de los españoles, en contacto con la organización internacional de resistentes que allí había.

Cuanto tiempo estuviste en DACHAU?

Algo mas de un año y, antes, otro año en las cárceles francesas.

Como se realizo la liberación de DACHAU?

Poco antes de la liberación llego a DACHAU un convoy particular — el famoso tren de la muerte — compuesto de mutilados de la guerra de España procedentes del campo de Le Vernet y otros.

Llegaron allí en una situación lamentable: mas de la mitad murió por el camino. Y los supervivientes llegaron horrorizados.

No comprendíamos por que los alemanes no los habían matado antes. Entre ellos se encontraba el inolvidable doctor PARRA y los coroneles SALABERT BLASCO, DIAZ TENDERO, REDONDO y VELASCO. Todos ellos eran militares profesionales y habían servido con honor al Gobierno de la República.

Llegar a Alemania mutilado y sin poder trabajar era estar condenado a una muerte segura. Nuestra acción consistía en organizar la solidaridad y protección del centenar de españoles que llegaron en tales condiciones.

Esta fue una de nuestras primeras actividades y, con la ayuda de los compañeros de las Brigadas Internacionales, conseguimos salvar a muchos de ellos.

Fue el camarada ALMAGRO, joven generoso, entusiasta, del barrio de Gracia de Barcelona, el encargado de la colecta y distribución de la solidaridad, hasta que la epidemia de tifus en el campo acabo con él.

DACHAU fue el último campo liberado por las tropas aliadas.

Los alemanes trasladaron allí lo que quedaba de las evacuaciones de otros campos. Por consiguiente, y gracias a lo que nos explicaban los supervivientes, teníamos cierta experiencia en evacuaciones.

Entonces nuestra organización militar decidió que, si un día intentaban evacuarnos, los nombres en mejores condiciones físicas deberían situarse en los extremes de la formación para, en caso de peligro, poder arrebatar las armas a los guardianes y evitar que nos liquidaran.

Esto sucedió con un grupo de internados alemanes: cuando quisieron sacarlos del campo, consiguieron arrebatar las armas a sus guardianes y se hicieron fuertes en la alcaldía del pueblo de DACHAU.

Resistieron durante veinticuatro horas. Las tropas americanas, informadas, aceleraron su aproximación, pero los que resistieron en la alcaldía el asalto de las SS fueron diezmados en combate desigual.

Cayeron en el combate, entre otros, tres muy conocidos: Anton HACKL y Enrich HUMBANN, austríacos de las Brigadas Internacionales, y Friedrich DURE, alemán, con el n.° 308 de Dachau, lo que demuestra que estaba en el campo desde el ano 1933.

Este hecho, además del rumor de que las tropas norteamericanas ya estaban cerca, provoco la desbandada de los vigilantes del campo.

Aquel 20 de abril de 1945, de alegre memoria, fuimos liberados por el Ejército norteamericano.

Éramos 30.000 presos.

Todavía no había sido liberado el campo y la bandera republicana española y la austríaca de las Brigadas Internacionales ondeaban ya en la entrada de DACHAU.

Ambas banderas las confecciono un catalán, llamado Luís SUNYER, que venia de Mauthausen y que trabajaba en la sastrería del campo donde tenía acceso al depósito de telas. Encontrar los colores fue todo un problema!

Otro problema fue que teníamos que aprender a comer poco a poco.

Algunos murieron por comer demasiado.

0s fuisteis de allí des pues de ser liberados por los norteamericanos?

Como medida de seguridad nos dejaron en cuarentena, pues había una epidemia que hacia varios meses que duraba. No entremos en Francia hasta el cinco de junio.

La emoción de la liberación debió de ser algo muy importante para vosotros ?

Naturalmente fue un momento indescriptible, aunque estabamos preparados para afrontar toda eventualidad. Para nosotros se había terminado otra etapa, ya que todavía seguíamos con vida.

Yo he visto llorar al general LECLERC. Estaba en un sector próximo al nuestro y vino a ver a los franceses.

Había oído hablar de los campos y era un hombre acostumbrado a la guerra, pero cuando vio la situación en que se encontraba aquella gente le saltaron las lágrimas de emoción. Y dijo: «;No es posible! Es horrible! Es inimaginable! ».

A la vez, tuvo una reacción simpática y añadió al vernos: «Por dondequiera que voy, siempre he de encontrar españoles».

Naturalmente, entre sus hombres había muchos que le siguieron desde el Chad, en África, hasta la liberación de París. El general concluyo diciendo que «pronto se acabaría también para nosotros tanto sacrificio»; pero, por desgracia, no fue así.

En el campo nos enteramos, por los diarios, de lo del Valle de Aran.

Qué impresión os hizo?

Ayudo a sobrevivir a los más malparados, les dio una inyección de esperanza para resistir mas tiempo. Pero cuando supimos que había sido un fracaso, consideramos oportuno no decir nada a nadie, temimos que la noticia fuera insoportable para compañeros en tan malas condiciones.

Al cerrarse el campo sucedió un hecho particular. Los norteamericanos por lo general desconocían la situación política de Europa. Pero entre las fuerzas que llegaron a DACHAU había mexicanos, es decir gente de había española, con los que pudimos entendernos y conversar. Estos soldados en la mayoría de los casos poco o nada sabían del significado en Europa de las palabras antifascismo, democracia...

Pero, a la vista de aquellos horrores comprendieron pronto la significación del nazismo.

Qué paso con los guardias del campo?

Para explicarlo haría falta otro libro.

Llego un momento en que DACHAU y BUCHENWALD estuvieron en manos de las Brigadas Internacionales.

Hubo discusiones políticas entre los viejos alemanes detenidos en la época del nacionalsocialismo del año 33.

He visto a gente que, después de haber luchado durante cinco años en MAUTHAUSEN y conseguido crear allí una situación que fue la admiración de muchos —porque gracias a la organización montada por los españoles pudieron sobrevivir—, fueron luego llevados al banquillo de los acusados sin saber que reacción tomar. Los que mejor parados salimos de todo esto fuimos los de DACHAU. En BUCHENWALD, evacuaron la mitad del campo y casi todos murieron, pero la otra mitad puso en práctica lo que nosotros habíamos previsto hacer en DACHAU.

Hubo una insurrección armada y los españoles, junto con las Brigadas Internacionales, jugaron un papel importantísimo en la organización de esta sublevación. No se en que medida esto fue tenido en cuenta.

Si fuimos deportados era debido a que habíamos luchado. Cuando volvimos a Francia encontramos a muchos situados en puestos importantes, y nadie sabía lo que habían hecho ni dónde habían estado entre los anos 40 y 42.  Y el ano 44 o 45 ya eran coroneles o generales. Los verdaderos y mas importantes resistentes, como Cristino GARCIA, VITINI y otros muchos, fueron enviados a España y todos sabemos como acabaron.

Cuando, una vez liberada Francia, los franceses volvieron de su deportación, se les hizo un homenaje y hubo festejos, pero ninguna organización política española hizo nada en honor de los españoles supervivientes de aquella trágica condición. Por el contrario, fuimos recibidos en algunos medios como apestados peligrosos,

Qué se hizo en Toulouse para homenajear a los deportados españoles?

En Toulouse el homenaje lo patrocinó y convoco un centro de estudios económicos. En este homenaje, presidido por el alcalde, monsieur Badiou, hablaron Jaime NIETO, José ESTER y Federica MONTSENY entre otros.

Cuando llegamos a Francia, empezaron de nuevo los líos políticos. Yo no digo que en el campo desaparecieran todos los antagonismos políticos, pero los que tenían un comportamiento antifascista honrado no eran enemigos: el verdadero enemigo era el nazismo.

Al llegar a Toulouse, a mí me pareció normal que a cada uno de nosotros nos hicieran, caso por caso, un examen de lo sucedido y de las causas de nuestra deportación, a pesar de que si habíamos sido deportados era por haber combatido. Pero cuando en una reunión presidida por Dolores en persona, celebrada en Toulouse, se nos acusó de sospechosos por no haber muerto matando..., me pareció un tanto lamentable.

Hay que saber que tanto en Dachau como en otros campos, la solidaridad se organizo así: de nuestra raquítica ración diaria cortábamos una rebanada de pan y un trocito de la margarina, que nos daban para almorzar a los que trabajábamos, y lo guardábamos para los mutilados, puesto que el que no podía trabajar estaba a media ración. Además, había que saber elegir: si se lo dábamos a uno que se estaba muriendo, no lo salvaríamos, pero dárselo a uno que aún podía resistir podría tal vez salvarlo.

A nosotros se nos ha reprochado este criterio de selección. Nos han dicho que era inhumano y sectario, pero la realidad fue que gracias a ello pudimos salvar a muchos compañeros enfermos.

Cuando se trataba de ayudar a alguien, como era imposible hacerlo con todos, se tenían que aplicar ciertos criterios selectivos. Esto ocasionaba enormes problemas de tipo moral y de conciencia. Mucha gente nos lo ha reprochado. Pero para sacar a alguien de un comando en el que sabías que iba a morir, se tenía que poner a otro en su lugar. Qué hacer?

Si partíamos del punto de vista de que la lucha continuaría, sobre todo para nosotros, que teníamos Franco para días, había que decidir justa o injustamente y hacer llegar la ayuda a la gente con mas predisposición para poder seguir luchando mas adelante. No se podía medir a todo el mundo con el mismo rasero.

El hecho es que los peatones de la historia nunca tendrán razón.

Tu llegaste a Toulouse vestido de SS?

No fui el único que iba vestido así. Los norteamericanos tenían miedo a ser contaminados. Antes de subir a los camiones nos desinfectaron, nos fumigaron con DDT, nos quitaron la ropa que llevábamos y nos dieron uniformes del depósito de las SS pero sin insignias.

Cuando llegamos al Centro de Recepción francés de Mulhouse, no había trajes a mi medida y tuve que continuar vestido de SS hasta Toulouse. A los otros les dieron los típicos trajes de los prisioneros de guerra franceses.

A la primera persona que vi en Toulouse fue al oficial de los servicios especiales del Deuxième Bureau. Como ya sabía lo de los campos no me hizo muchas preguntas.

Buscaban a gente de derecho común o colaboradores que hubiesen podido infiltrarse entre los que volvían.

Esto a mi no me sorprendió y encontré muy normal que tomasen ciertas precauciones. Sobre todo porque yo volvía solo.

Así pues, fuiste interrogado con el traje de SS. Después te compraste otro?

Había varias organizaciones de ayuda y algo mas tarde me dieron un paquete del Unitarian Service en el que había prendas de vestir. Al cabo de un tiempo, también pude recuperar la maleta que se quedó en la cárcel en la que había algo de ropa.

París, 1986

EXODOS
Historia oral del exilio republicano en Francia

Antonio SORIANO

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