Los transportes fantasmas   

Los transportes fantasma de la muerte comenzaron en Gusen en los primeros días del del año 1942. En el interior del Campo se decía se los llevan al Campo de Dachau, ya que este Campo, se decía, era menos mortífero que el Campo de Gusen. De estos transportes, nadie ha sabido su paradero; fueron pasados por la cámara de gases como la mayoría de presos. Como no se ha sabido nada de ellos, creo que ya se pueden dar por desaparecidos y bien muertos. Lo cierto es que fueron asesinados pues lo confirman las listas del fichero en las que todos figuran como muertos.

Voy a contar todo lo mejor que pueda, respecto a nuestro transporte: salió del Campo de Gusen en los primeros días de noviembre de 1942 (si mal no recuerdo el día 7 del mes citado). Los secretarios de barracas fueron a las canteras de Gusen tomando los nombres de todos aquellos que les parecían más inválidos. Esto pasó un sábado por la mañana ya que, en aquella época, los sábados por la tarde no se trabajaba. Concentraron los presos en las barracas una y dos del Campo... Donde esperaban los autocares fantasma; esto sería sobre las dos de la tarde; a las cuatro los sacaron de las barracas y les dieron unas cuantas marmitas de patatas cocidas con bastante cantidad para cada uno de ellos. Digo de ellos, porque a mí en estos momentos aún no me habían cogido para tal transporte. Cuando llegó la hora de marchar tenían que ser cien los que tenían que formar dicho “komando de la muerte” y sólo eran 98; así es que faltaban dos para completar los cien presos.

A un amigo mío, Parra de Almería, y a mí nos tomaron el número que llevábamos y nos montaron al camión. Esto se pasó en la plaza Appel de Gusen. Tanto uno como otro estábamos esperando la muerte. Mi peso, en este fecha, sería de unos 30 kilos.

Después de montarnos en el camión, nos llevaron a la barraca de desinfección, donde estaban los sacos de las ropas depositadas al entrar en Mauthausen. Nos vistieron con la ropa civil de entonces como si fuésemos a ser liberados.

Al anochecer nos llevaron al Campo de Mauthausen donde pasamos la noche en las duchas; la misma noche cogieron a otros 100 inválidos de Mauthausen. Esto ocurría a eso de las cinco de la mañana. Nos dieron un buen trozo de salchichón, media pastilla de margarina y medio pan. Nadie había visto tanta cantidad de comida junta en sus manos como aquella noche; entre nosotros nos decíamos: “¿Tú crees que nos van a matar? Si nos tuviesen que matar no nos hubiesen dado esta comida. Además, el mal trato había cesado.” Estos comentarios los hacíamos todos, ya que la mayoría éramos españoles; también había algunos polacos.

La verdad es que tanta comida de una vez, nos montó la moral bastante. Sobre las seis de la mañana salíamos del Campo en dirección a la estación de Mauthausen, donde nos montaron en un tren de transportes de soldados alemanes y en medio del vagón había una estufa. Los oficiales que nos acompañaban nos decían que podíamos hacer fuego, pero como la mayoría íbamos medio muertos, nadie se atrevía a encender la estufa; entonces un soldado alemán sacó cerillas y encendió fuego; poco después un calor agradable llenó todo el vagón. De nuevo nos decíamos: “Creo que no nos matan, sino para qué encender fuego y además un trato que nunca habíamos visto en los Campos de la muerte.”

Sobre las ocho de la mañana el tren se puso en marcha; tuvo que parar varias veces debido a las alarmas de la aviación de los aliados que bombardeaban el territorio alemán. Al día siguiente nos dieron una lata de carne de un kilo para tres presos. Todo cuanto nos dieron hasta llegar al Campo de Dachau: que si no recuerdo mal fueron dos días de viaje.

Llegamos a Dachau sobre las dos de la mañana, en la estación de Dachau, ya empezamos de nuevo a ver los trajes rayados de prisioneros y algunos de ellos de dirigían hacia nosotros hablando nuestro idioma. Les pregunté si eran españoles y me contestaron:

— “No. Somos austriacos, los hay alemanes y algún checoeslovaco.

— ¿Pero, cómo es que habláis español?

Entonces nos dijeron: — “Somos los Internacionales que hicimos la guerra con los republicanos y por esto estamos aquí, castigados por luchar contra los fascistas.”

Nos cogen en camiones en la estación de Dachau y al amanecer entrábamos en el Campo.

A los doscientos medio cadáveres que componían el transporte, nos formaron en la plaza del Campo; no cesaban de venir oficiales alemanes a vernos y entre ellos decían cómo es posible que estos hombres medio cadáveres hayan podido resistir el viaje; después de media hora llaman a los jefes de las barracas 23, 24, 25. Estas barracas estaban consideradas como barracas de tifus, estaban en la parte alta del Campo. A los españoles nos metieron a todos juntos en las barracas 24 y 25. Los jefes de barraca eran los dos de las Brigadas Internacionales, como uno tenía tanta hambre les preguntamos que cómo daban de comer en este Campo. Nos contestaron:

“Poco más o menos igual que en el Campo de donde venís pero no os preocupéis, nosotros haremos cuanto podamos de nuestra parte para poderos levantar los ánimos”.

 La primera comida que nos dieron tuvimos ración doble y por la noche vino un preso con unos salchichones de pocas materias grasas, pero eran muy buenos.

Nuestro jefe de barraca nos hablaba de Brunete, Belchite, del Ebro; la verdad todo esto nos levantó los ánimos y nos decían:

“El año próximo iremos todos a España con la bandera de la República.”

Viene la hora de formar, y el comandante del Campo, dijo:

“Los inválidos que han llegado esta mañana que no salgan de las barracas: los contaremos en las camas".

Y así nos libramos de las tres formaciones que allí se hacían como en los demás Campos, aunque no sabíamos el alemán sí comprendimos este buen trato y el buen gesto del comandante, se lo debíamos al Internacional, pues por los gestos que hacían los dos cuando hablaban, quedaba claro que había negociado esta ventaja.

Nosotros nos preguntábamos:

— ¿Cómo es posible esto? Porque en Gusen, después de muerto los llevan dos veces a la “plaza Appel”.

Estas cosas las hablamos con el jefe de la barraca.

— ¿Cómo era posible que no nos matasen donde habían muerto todos los komandos que marchaban a Dachau, porque a Dachau no llegó nunca nadie de Gusen más que nosotros?” Digo esto, por que yo estuve en Dachau hasta la liberación y nunca vino ningún komando de Mauthausen.

Ayudándonos muchos los Internacionales y sin formar en la calle durante tres meses, nos repusimos un poco y como en Alemania había que trabajar fuese como fuese, salimos al trabajo. En este Campo no había canteras; la mayoría trabajamos bajo techo y como es natural, trabajar bajo tejado, a trabajar al aire libre, la diferencia es grande.

Nunca supimos ni sabemos por qué a aquel transporte no nos mataron como a los otros. Los Internacionales nos decían que, según su opinión, sería debido a la situación de la guerra. En concreto, nadie supo nada en claro. Tengo que declarar que si nosotros vivimos fue primero por llevarnos a Dachau más muertos que vivos; después la ayuda de los Internacionales que hicieron lo imposible por salvarnos de una muerte que era más que cierta.

El Campo de Dachau era muy diferente a Gusen en todo y por todo. Estaba administrado por esos luchadores políticos que eran los Internacionales y como no había ni un solo castigo, la diferencia era total con los otros Campos pues éstos estaban dirigidos por criminales, bandidos y asesinos. 

Por mi parte, debo decir que en Dachau nunca recibí ninguna paliza de muerte, mientras que en Gusen en la cantera, las recibía todos los días y a todas las horas.

Siempre recordaré mientras viva a aquellos luchadores que dieron sus vidas en España y más tarde se portaron como verdaderos hombres con nosotros en Dachau, por salvarnos de la muerte.

Lo que fueron los komandos de la muerte que salían de Gusen nadie puede imarginarlo.

Sólo el nuestro se libró de lo que fueron los transportes fantasma. Milagro inexplicable ya que nadie se salvó de los otros


Pascual Castejón Mauthausen 4435, Gusen 11209, Dachau 38844.

Extracto del libro : "Los Republicanos espanoles en Mauthausen"